Women & Men: Working Together for Life – Hombres y mujeres trabajan juntos por la vida
By Mary McClusky
FEBRUARY 10, 2017
A recent “traffic light moment” reminded me of a few important truths about our efforts to end abortion.
I was sitting in my car at a red light early one Saturday morning, just after the Women’s March and the March for Life both took place in Washington, D.C. I was pleased to see a man in the car ahead of me pass a Styrofoam cup of steaming coffee out his window to a man in the street asking for help. Then I was doubly pleased to see two “Hope After Abortion” magnets on his car—one in English, one in Spanish—featuring the national toll-free helpline to diocesan post-abortion healing ministries. This charitable man was pro-life and advertising Project Rachel Ministry!
I wished all the women at the Women’s March who had shouted, “My body, my choice” could see this fellow. So often, abortion is seen as exclusively a women’s issue. While it impacts women in an often deeply painful and unique way, it is important to remember that abortion is a human rights issue. Abortion causes the loss of a child who has both a mother and a father, grandparents, and perhaps siblings who may grieve for that child. And abortion may be chosen because a woman feels that she has no other choice due to lack of support from the father of the child or those around her.
Recall God’s creation of each of us “in His image” (Gen 1:27). This doesn’t mean we look like Jesus, or that God looks like Charlton Heston. The phrase refers to how every human being is made to be in loving relationship with others. Human love mirrors the Divine Trinity as a community of love.
At a recent bioethics workshop, Archbishop Vincenzo Paglia, President of the Pontifical Academy for Life, encouraged an “alliance between the sexes” as “the most effective response to ideologies of separation or indifference. The alliance of masculine and feminine must again take hold of the tiller of history, of statecraft, of the economy.”
He hit the nail on the head. Division and apathy should no longer dominate the conversation about abortion. Identifying ourselves first as members of the human family allows us to work together better as women and men, as friends, spouses, or members of communities to welcome children in danger of abortion. When we focus on mutual cooperation and support, we build healthier families and communities that welcome unborn children and help expectant mothers in need of assistance. These stronger communities are also better equipped to serve all those in need—as exemplified by the generous man I saw at the red light.
Where do we see this image of God working in our culture to increase respect for life? When men, women, and families participate in the March for Life together. When parishioners cooperate to assist an expectant single mother. When youth groups sponsor fundraising drives for pregnancy care centers—just to name a few!
God designed each of us, male and female, to do this thing called life together. Individualism and isolation weaken families and communities. When do we see a culture that cherishes each person, made in God’s image? We see it when women and men work together as members of families and communities to end abortion, heal wounds, and welcome human life.
Mary McClusky is Assistant Director for Project Rachel Ministry Development at the Secretariat of Pro-Life Activities, U.S. Conference of Catholic Bishops. For confidential help after abortion, visit www.hopeafterabortion.com or www.esperanzaposaborto.com
Mary McClusky Hace poco, mientras esperaba la luz verde de un semáforo, recordé ciertas verdades importantes sobre nuestros esfuerzos por ponerle fin al aborto. Estaba en el automóvil frente a una luz roja un sábado a la mañana, justo después de que la Marcha de las Mujeres y la Marcha por la Vida tuvieran lugar en Washington, D.C. Me complació ver al hombre en el automóvil delante entregar por la ventanilla una taza descartable con café caliente a un hombre que pedía ayuda en la calle. Luego me complació aún más ver dos imanes de “Esperanza después del aborto” en su auto, uno en español y uno en inglés, con el número gratuito nacional de ayuda de los ministerios de sanación pos aborto. Este caritativo hombre era pro vida y publicitaba el Proyecto Raquel.
Desee que todas las mujeres en la Marcha de las Mujeres, que habían gritado “Mi cuerpo, mi decisión”, pudieran ver a este hombre. A menudo, el aborto se ve como un tema exclusivo de las mujeres. Aunque afecta a las mujeres de una manera única y profundamente dolorosa, resulta importante recordar que el aborto es un tema de derechos humanos. El aborto causa la pérdida de un niño que tiene madre y padre, abuelos y quizás hermanos que pueden sufrir por el niño. Y el aborto tal vez se elige porque una mujer siente que no tiene otra opción debido a la falta de apoyo del padre del niño o de quienes la rodean.
Recordemos que Dios nos creó a cada uno “a su imagen” (Génesis 1,27). Esto no significa que nos parezcamos a Jesús o que Dios se parezca a Charlton Heston. La frase se refiere a que cada ser humano es creado para amar a los demás. El amor humano es reflejo de la Santísima Trinidad como comunidad de amor.
Hace poco, en un taller sobre bioética, el arzobispo Vincenzo Paglia, Presidente de la Academia Pontificia para la Vida, animó a forjar una “alianza entre los sexos” como “la respuesta más eficaz ante las ideologías de la separación o de la indiferencia. La alianza entre lo masculino y lo femenino debe retomar el timón de la historia, de la política y de la economía”. Un comentario sumamente acertado. La división y la apatía no deben seguir dominando la conversación sobre el aborto. Identificarnos ante todo como miembros de la familia humana nos permite trabajar mejor juntos como hombres y mujeres, como amigos, cónyuges o miembros de la comunidad para darles la bienvenida a los niños en riesgo de ser abortados. Cuando nos centramos en la cooperación y el apoyo mutuos, formamos familias y comunidades más saludables que les dan la bienvenida a los niños no natos y ayudan a las embarazadas que necesitan asistencia. Estas comunidades fortalecidas también están mejor preparadas para servir a todos los necesitados: como lo ejemplifica el generoso hombre que vi en el semáforo.
¿Cuándo vemos esta imagen de Dios hoy en una cultura que cultiva el respeto por la vida? Cuando hombres, mujeres y familias participan juntos de la Marcha por la Vida. Cuando los feligreses cooperan para ayudar a una embarazada soltera. Cuando grupos de jóvenes patrocinan la recaudación de fondos para ayudar a centros de cuidado del embarazo, por mencionar algunos ejemplos. Dios nos creó a cada uno, hombres y mujeres, para respetar la vida. El individualismo y el aislamiento debilitan las familias y las comunidades. ¿Cuándo vemos una cultura que valora a cada persona, creada a imagen de Dios? La vemos cuando hombres y mujeres trabajan juntos como miembros de una familia y de una comunidad para ponerle fin al aborto, sanar las heridas y darle la bienvenida a la vida humana.
Mary McClusky es directora adjunta del Desarrollo del Ministerio del Proyecto Raquel en el Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Para recibir ayuda confidencial después de un aborto, visite www.esperanzaposaborto.com o www.hopeafterabortion.com.