Reconciliation Brings Easter Joy – La Reconciliación Trae la Alegría Pascual
by Mary McClusky
Although Easter is a time of great joy for many, it can also be a painful season. Imagine a woman who has had an abortion watching children frolic through the grass at an Easter egg hunt. She may silently ache for the child she’ll never carry in her arms. Her focus is on the tomb, not on Jesus’ victory over sin and death and the joy of the Resurrection. Those who mourn the loss of their children to abortion may feel they are not worthy of God’s love. How can the Church help suffering mothers, as well as fathers, move from silent suffering into healing, peace, and even Easter joy?
Many healing journeys begin with the Sacrament of Reconciliation. Through what the Vatican’s Congregation for the Clergy calls the “sacrament of Divine Mercy,” we have a two-sided, real encounter with Jesus, present through his priest. We receive mercy, pardon, and grace to strengthen us. If you know someone hesitant to approach the sacrament because of a past abortion, assure them that Jesus, who never tires of forgiving, is eagerly awaiting them.
When you encounter those who avoid returning to the Church because they fear judgment, it may be helpful to remind them of all whom Jesus forgave and healed. The woman caught in adultery. The good thief on the cross next to him at the Crucifixion. The woman of many sins who washed Jesus’ feet with her tears. St. Paul had been dedicated to the killing and persecution of the early Christians until Jesus appeared to him. Even St. Peter, our first pope, denied Jesus three times after knowing that he was the Christ. Pope Francis has written: “It might seem shocking but I derive comfort from Peter: he betrayed Jesus and even so he was chosen” (The Name of God is Mercy, 41–42). Remember that Jesus said: “there will be more joy in heaven over one sinner who repents than over ninety-nine righteous people who have no need of repentance” (Lk 15:7).
How can we, as faithful members of the Church, be bridges to God’s mercy and, as Pope Francis says, make our parishes “islands of mercy in a sea of indifference”? How can we live out the spiritual and corporal works of mercy? If someone confides in you about a previous abortion, listen to his or her story with compassion and patience. Comfort the sorrowful, pray for the living and the dead, and bury the dead. We may not be able to physically bury the child who was aborted, but he or she can be commemorated at memorial shrines and sites dedicated to unborn children. Local Catholic cemeteries often have memorials dedicated to unborn children.
Our celebration of life given to us by Christ’s victory over sin and death continues long beyond the Easter season through the sacraments. Sometimes called a “mini-Easter,” every Sunday’s Mass is a celebration of life together in Christ. Through baptism, we share in the power of Christ’s victory over sin and death. May God’s grace help each of us become channels of healing mercy, so all who suffer from abortion find peace in Jesus, the Church he founded, and the joy of the Resurrection.
Locate the nearest diocesan Project Rachel Ministry by visiting the “Find Help” map at www.hopeafterabortion.com or www.esperanzaposaborto.com. . . . And please pray that many will receive the gift of God’s infinite mercy.
Mary McClusky is Assistant Director for Project Rachel Ministry Development at the Secretariat of Pro-Life Activities, United States Conference of Catholic Bishops. For confidential help after abortion, visit www.hopeafterabortion.com or www.esperanzaposaborto.com.
por Mary McClusky
Aunque la Pascua es un momento de gran alegría para muchos, también puede ser un tiempo doloroso.
Imagine cómo se siente una mujer que se ha realizado un aborto y ve a los niños correr en busca de
los huevos de Pascua. Quizás sufra por el niño que nunca cargará en sus brazos. Su atención está en el
sepulcro, no en la victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte ni en la alegría de la Resurrección. Quienes lamentan la pérdida de sus hijos a causa de un aborto quizás sientan que no son dignos del amor de Dios.
¿Cómo puede la Iglesia ayudar a las madres y padres que sufren a que pasen del sufrimiento en silencio a la sanación, la paz e incluso la alegría Pascual? Muchos caminos de sanación comienzan con
el Sacramento de la Reconciliación. En lo que la Congregación para el Clero llama el “Sacramento de la Divina Misericordia”, tenemos un encuentro y un diálogo verdadero con Jesús, presente en el sacerdote.
Recibimos misericordia, perdón y gracia para fortalecernos. Si conoces a alguien con temor del sacramento debido a un aborto en el pasado, asegúrele que Jesús, que nunca se cansa de perdonarnos, la espera con ansias.
Cuando se encuentre con gente que evita regresar a la Iglesia porque teme ser juzgada, quizás sea útil
recordarle sobre todos a los que Jesús perdonó y sanó. La mujer sorprendida en adulterio. El ladrón bueno en la cruz junto a Jesús en la Crucifixión. La mujer pecadora que lavó los pies de Jesús con sus lágrimas. San Pablo estaba dedicado a matar y perseguir a los primeros cristianos hasta que Jesús se le apareció. Incluso San Pedro, nuestro primer Papa, negó a Jesús tres veces después de saber que era Cristo. El Papa Francisco escribió: “Esto puede escandalizar, pero me consuelo con Pedro: había renegado a Jesús y, a pesar de ello, fue elegido” (El nombre de Dios es misericordia, 41–42). Recordemos que Jesús dijo: “habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que
por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse” (Lucas 15:7).
¿Cómo podemos nosotros, miembros fieles de la Iglesia, ser puentes para la misericordia de Dios y,
como dijo el Papa Francisco, lograr que nuestras parroquias “lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia”? ¿Cómo podemos vivir las Obras de Misericordia Espirituales y Corporales? Si alguien te cuenta sobre un aborto previo, escucha su relato con compasión y paciencia. Consuela a los que sufren, reza por los vivos y los muertos, y entierra a los muertos. Quizás no podamos enterrar físicamente al niño que fue abortado, pero puede ser conmemorado en altares y sitios dedicados a los niños que no nacieron. Los cementerios católicos locales a menudo tienen monumentos dedicados a los niños que no nacieron.
Los sacramentos extienden más allá del Tiempo Pascual nuestra celebración de la vida que Cristo nos
dio con su victoria sobre el pecado y la muerte. Cada misa de domingo, llamada algunas veces “mini-Pascua”, es una celebración de la vida juntos en Cristo. Por el Bautismo, participamos del poder de la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. Que la gracia de Dios nos ayude a convertirnos en canales de misericordia sanadora, para que todos los que sufren a causa del aborto hallen paz en Jesús, la Iglesia que fundó y la alegría de la Resurrección.
Ubica el Ministerio del Proyecto Raquel más cercano visitando el mapa “Busca ayuda” en www.esperanzaposaborto.com . . . o www.hopeafterabortion.com. Reza para que muchos reciban el don de la misericordia infinita de Dios.
Mary McClusky es directora adjunta del Desarrollo del Ministerio del Proyecto Raquel en el Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Para recibir ayuda confidencial después de un aborto, visite www.esperanzaposaborto.com . . . o www.hopeafterabortion.com.