No One Should Be Forced to Participate in Abortion | Nadie debe ser obligado a participar en un aborto

Article taken from the USCCB.
Greg Schleppenbach is the Associate Director of the Secretariat of Pro-Life Activities of the United States Conference of Catholic Bishops. For more information on the bishops’ pro-life activities, please visit www.usccb.org/prolife.

Greg Schleppenbach

DECEMBER 1, 2017

In early November, three brave nurses came to Washington, D.C. to tell their disturbing stories of coercion to members of Congress and the public—about how they were forced to choose between participating in abortion and losing their jobs.

Cathy DeCarlo came to the U.S. from the Philippines in 2001 to advance her nursing career. In 2004, the New York City hospital that hired her assured her that she would never have to compromise her conscience by participating in an abortion. But on May 24, 2009, the hospital tricked Ms. DeCarlo into serving a patient having a late-term abortion. If she didn’t assist, she would lose her nursing license, destroying her career.

“I’ll never forget that day as I watched in horror as the doctor dismembered and removed the baby’s bloody limbs, and then I had to account for all the pieces,” Cathy said at a press conference outside the U.S. Capitol. “I still have nightmares about that day.”

Fe Vinoya is a nurse in a same-day surgery unit in New Jersey where she and twelve other nurses were told they had to be trained to assist in abortions. Their jobs were threatened if they refused. “After years of working as a critical care and emergency room nurse, I never imagined that the hospital I worked for would force me to choose between taking the life of an unborn child and losing my job,” Fe said. “[W]hen the government denies or coerces healthcare providers’ conscience[s], it not only hurts patients and those of us committed to serving them, it also deters others from joining the profession,” Fe added.

The third nurse, Sandra Mendoza, worked for eighteen years in pediatrics at the Winnebago County Health Department in Rockford, IL. In 2015, Sandra was informed that her clinic was being merged with women’s health services and, consequently, all nurses would have to be cross-trained in abortion referrals and abortion-causing drugs. When Sandra objected, she was told that if she didn’t participate, she could no longer work at the health department.

“Like many nurses I know… I view nursing as more than just a job, but a calling and a vocation,” Sandra said. “I’m called to protect life not destroy it. I’m called to serve others and do no harm, as the Hippocratic Oath I took states. While we may not all agree on abortion, I’d hope we can all agree that no doctor or and nurse should be forced out of employment on account of their faith and commitment to protecting life.”

In addition to medical providers and trainees being forced to participate in abortion, churches and others who oppose abortion are being forced to provide insurance coverage for it in a growing number of states. Current federal conscience protection laws are failing to prevent such discrimination due to loopholes and insufficient enforcement mechanisms. This can be solved, but your help is needed.

The Conscience Protection Act (H.R. 644/S. 301) fixes those loopholes and provides victims of discrimination with the ability to defend their rights in court. Contact Congress now through www.humanlifeaction.org to urge your representatives to enact the Conscience Protection Act as part of its Fiscal Year 2018 appropriations bill. Finally, follow and share the #StandWithNurses social media campaign advocating for nurses like Cathy, Fe, and Sandra. Your voice matters!

Greg Schleppenbach

1° DE DICIEMBRE DE 2017

A principios de noviembre, tres enfermeras valientes fueron a Washington, D.C. para contar sus perturbadoras historias de coacción a los miembros del Congreso y al público, sobre cómo fueron obligadas a elegir entre participar en un aborto o perder sus empleos.

Cathy DeCarlo emigró a Estados Unidos desde Filipinas en el año 2001 para crecer en su profesión de enfermera. En 2004, el hospital de la ciudad de Nueva York que la contrató le aseguró que nunca tendría que comprometer su conciencia por participar en un aborto. Pero el 24 de mayo de 2009, el hospital engañó a la Sra. DeCarlo para que atendiera a una paciente que se le practicaba un aborto de un embarazo avanzado. Si no la atendía, perdería su licencia de enfermera, por lo cual se destruiría su profesión.

“Nunca voy a olvidar el día en que miraba horrorizada como el médico desmembraba y quitaba los miembros sangrientos del bebé, y luego tuve que contabilizar todas las partes”, contó Cathy en la conferencia de prensa fuera del Capitolio de Estados Unidos. “Todavía tengo pesadillas sobre ese día”.

Fe Vinoya es enfermera en una unidad de cirugía ambulatoria en Nueva Jersey donde a ella y otras doce enfermeras se les dijo que tenían que capacitarse para ayudar en abortos. Sus empleos corrían riesgo, si se negaban. “Después de años de trabajar como enfermera de cuidados intensivos y en la sala de emergencias, nunca imaginé que el hospital para el que trabajaba me obligaría a elegir entre quitar la vida de un niño por nacer o perder mi empleo”, dijo Fe. “Cuando el gobierno niega o coacciona la conciencia de los proveedores de atención médica”, no solo lastima a los pacientes y a los que estamos comprometidos a atenderlos, sino que también desalienta a otras personas a entrar en esta profesión”, agregó Fe.

La tercera enfermera, Sandra Mendoza, trabajó durante dieciocho años en pediatría en el Departamento de Salud del Condado de Winnebago en Rockford, Illinois. En 2015, a Sandra le informaron que su clínica se fusionaría con servicios de salud para la mujer, y en consecuencia, todas las enfermeras tendrían que capacitarse en orientación en materia de aborto y drogas que provoquen abortos. Cuando Sandra se opuso, le dijeron que si no participaba, no podría trabajar más para el departamento de salud.

“Al igual que muchas enfermeras que conozco… considero que la enfermería es más que un empleo, es un llamado y una vocación”, dijo Sandra. “Estoy llamada a proteger la vida, no a destruirla. Estoy llamada a servir a los demás y a no hacer daño, como declara el Juramento hipocrático que hice. Aunque no todos nos pongamos de acuerdo sobre el aborto, espero que todos podamos estar de acuerdo con que a ningún médico y enfermera se debe ser despedido de su empleo por su religión y compromiso de proteger la vida”.

Además de que se obliga a los proveedores de atención médica y a los pasantes médicos a participar en abortos, las iglesias y quienes se oponen al aborto son obligados a brindar cobertura médica para el aborto en un número creciente de estados. Las leyes federales actuales de protección de la conciencia no evitan dicha discriminación debido a escapatorias legales y mecanismos de aplicación insuficientes. Esto puede resolverse, pero necesitamos tu ayuda.

La Ley de Protección de Conciencia (H.R. 644/S. 301) arregla esos vacíos y brinda a las víctimas de discriminación la capacidad de defender sus derechos en los tribunales. Contacta ahora al Congreso por medio de www.humanlifeaction.org para instar a tus representantes a promulgar la Ley de Protección de Conciencia como parte de su Ley de presupuesto del Año fiscal 2018. Finalmente, sigue y comparte la campaña en los medios sociales #StandWithNurses para abogar por enfermeras como Cathy, Fe y Sandra. ¡Tu voz importa!

Artículo tomado de la USCCB
Greg Schleppenbach es director adjunto para el Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos. Para más información acerca de las actividades pro vida de los obispos, vea: www.usccb.org/prolife.