Mis Pensamientos sobre el envejecimiento

por la Hermana Elizabeth A. Geraghty, CSJ
La Hermana Elizabeth Geraghty, CSJ, comparte sus pensamientos sobre los puntos de vista sociológicos de nuestra cultura y las enseñanzas de la Iglesia sobre el envejecimiento, con referencias e inspirada por los libros: Caída hacia Arriba: Una Espiritualidad para las Dos Mitades de la Vida, de Richard Rohr y El Don de los Años: Saber Envejecer, de Joan Chittister.

 

26 en una serie (publicado 21 de julio 2015)

Una carga de estos años es el peligro de considerarnos inútiles, simplemente porque ya no estamos cumpliendo con los roles y posiciones de la juventud.

Una bendición de estos años es la libertad de llegar a los demás, a hacer todo lo que podamos con todo lo que en la vida hemos logrado desarrollar todos estos años en el alma y la mente por el bien del resto de la raza humana.

Generatividad – el acto de entregarnos a las necesidades del resto del mundo – es la función más importante de la vejez … hombres de Harvard, los hombres dentro de la ciudad y las mujeres de la universidad, fueron ampliando su círculo social, la vida siguió ese fue el factor clave en la consecución de un envejecimiento exitoso, no el dinero, no la educación, no la familia.

 

 

Leer entradas anteriores de esta serie abajo de la biografía.

 

 

Acerca de la autora
La Hermana Elizabeth Geraghty, CSJ, ingresó en las Hermanas de San José en 1951; ha estado integrada a la educación desde la escuela primaria hasta la secundaria. Se desempeñó como directora de la Escuela Primaria Santa Clara, enseñó química en la escuela secundaria La Sagrada Familia, y fue subdirectora y Decana de Estudiantes en St. Anthony High School. La hermana Elizabeth Geraghty, se retiró en junio del 2011 y ahora es voluntaria en la Oficina Diocesana de Respecto a la Vida como coordinadora del Proyecto Raquel y en el Centro de Asistencia de Vida Corazón.

 

25 en una serie

Perdón: Alfred Lord Tennyson escribió: “Dos hombres de mediana edad, que habían sido enemigos de por vida, se reunieron junto a una tumba, lloraron y en esas lágrimas ellos lavaron  los recuerdos de su contienda. Luego volvieron a llorar la pérdida de todos esos años”

Una carga de estos años es que corremos el riesgo de dejarnos ahogar por las luchas del pasado.

La dureza está en mi corazón ahora. Es mucho más allá de la dureza de corazón de aquel que hundió el cuchillo. Es mía, soy dueño de ella. Y yo estoy sufriendo por ella más que la persona que yo mantengo como responsable del daño. Tal es la tarea inconclusa de la relación.

Una bendición de estos años es la capacidad de ver que la vida no tiene que ser perfecta para ser perfecta: sólo tiene que perdonar – y ser perdonado.

 

24 en una serie

Una persona que es necesaria – que realmente se necesita – nunca está sola, aislada, nunca le faltará un  propósito en la vida. Todo lo que necesitamos hacer es salir y hacer algo. El mundo nos está esperando con los brazos abiertos.

Una carga de estos años es que vamos a escondernos en algún lugar y a llorar por nuestra edad, nuestro cambio de vida, nuestras pérdidas.

Una bendición de estos años es que vamos a hacer nosotros mismos a disposición del mundo que está esperando por nosotros, incluso ahora, incluso aquí.

 

23 en una serie

La carga de la nostalgia es la que nos saca del presente y nos inmoviliza en el pasado.

La bendición de la nostalgia es que puede servir para recordarnos que así como antes de esto hemos sobrevivimos todo en la vida, crecido en ella, reído a través de ella, aprendido de ella, así, también podemos vivir a través de esta edad con la misma gracia, el mismo entendimiento – y esta vez, compartiendo ese espíritu audaz con los demás.

¿Podemos empezar a vernos como sólo una parte del universo, sólo un fragmento del mismo, no su centro? ¿Podemos darnos a aceptar el calor y la lluvia, el dolor y las limitaciones, los inconvenientes y molestias de la vida, sin exponernos a castigar de forma pasiva al resto de la raza humana por las exigencias diarias que conlleva ser humano?

Una carga de estos años es el peligro de ceder a nuestro más egoísta yo.

Una bendición de estos años es la oportunidad de enfrentarnos a lo que está en nosotros que nos ha estado esclavizando y dejar que nuestro espíritu vuele libre de lo que se ha atado a la Tierra en todos estos años.

 

22 de una serie

Una bendición de estos años es la libertad de llegar a otros, de hacer todo lo que podamos con todo lo que hemos logrado desarrollar en la vida durante todos estos años, tanto en el alma como en la mente, para el bien del resto de la raza humana.

La segunda midad de la vida conlleva un cierto tipo de carga pero no de otro modo tendría sentido o le daría la profunda satisfacción que su alma demanda y disfruta ahora. Esta nueva y profunda pasión es lo que la gente entiende cuando dice: “Yo debo hacer esto en particular o mi vida no tendría sentido” o “esto no es una opción”.

Ahora su vida y su manera de darse son una, mientras que antes, su vida y su trabajo parecían dos cosas diferentes. Su preocupación no es tanto tener lo que le gusta, sino amar lo que tiene, este momento.

 

21 de una serie

 

La carga de estos años nos está resignando a aislarnos nosotros mismos del mundo que nos rodea.

Una bendicion de esta edad es encontrar al niño que nos ayudará a dejar todos los viejos roles y a convertirse en un ser humano nuevo.

La edad está destinada para el renacimiento del espíritu. La edad está predestinada a permitirnos jugar, con ideas, con proyectos, con los amigos.

“Saber cómo envejecer,” el filósofo suizo Henri Frederic Amiel escribió, “es la obra maestra de la sabiduría y uno de los capítulos más difíciles del arte de vivir.”

Claramente, la primera gran confrontación que viene con la edad es la separación de la familia. Cuando el mundo que era y el mundo que és, están en lados opuestos de la línea divisoria, el presente no es lo que era antes, cuando se rompen las líneas de la vida, entonces llega el cambio real. La edad viene rugiendo con todo un nuevo tono. Después la idea de envejecer y volverse “viejo” se vuelve para mí el centro de atención. Mi alma comienza a cambiar de tonalidad. Me encuentro a mi mismo luchando para estar sicologicamente vivo, independientemente de que lo fuerte que parezca estar mi cuerpo.

La carga de la memoria de esta edad es dejar que nos disipe en compañia de personas, tiempos y lugares que hace tiempo se marcharon.

Una bendición de esta edad es ser conscientes que nuestros recuerdos, ambos, de tristeza y alegría, de entusiasmo y seguridad, de éxito y derrota en la vida, son recursos para guiarnos con seguridad en el descenso del camino– seguridad que, habiendo negociado las demandas del pasado, nosotros podemos ir confiados al futuro.

Salvar una vida es salvar todo un mundo. Salvar una vida, a medida que envejecemos, es vivir bien nuestra propia vida.

El peso de todos esos años es asumir que el futuro se acabó.

Una bendición de esta edad es darle otro significado a lo que significa estar vivo, ser nosotros mismos, estar llenos de vida – nuestra propia vida.

 

20 de una serie

La longevidad es lo que le da a una persona de edad el derecho de animar a una generación más joven al derecho de tener esperanza, saber que lo que les está pasando ahora no es el final, ya sea del mundo o de sus vidas. Siempre hay una resurrección en cada una de nuestras vidas, si sólo creemos en ella y nos entregamos nosotros mismos a su venida.

La carga de la edad es la posibilidad que pueda estar más enterrado en mis pérdidas que consciente de mis logros.

La bendición de esta edad es la transformación de uno mismo para ser, por fin, el yo en que me he estado convirtiendo toda mi vida – como un oasis de serenidad en un mundo agriado con la edad, justo en la cúspide de la vida.

Relacionarse con un niño ajeno le permite a los ancianos ir más allá de sí mismos y de los límites de su propia vida privada para ser de nuevo plenamente humanos. Y disfrutar de mayores que no sean sus padres y se interesen en ellos, que les hablen, les muestren cosas para las que sus padres no tienen tiempo para hacer – como la forma de pescar, o cómo arreglar una bicicleta, o cómo hornear galletas, o la manera antigua de hacer crispetas – le permite al niño ser guidado por un adulto que no es, tampoco, un disciplinador.

 

19 en una serie

 

“Actuar con forme a su edad” puede ser un consejo muy útil cuando tienes 17 años; pero es un error cuando tienes 77 años.

Cuando empezamos a actuar como viejos, independientemente de lo viejos que estemos, estamos acabados. Si estamos muy viejos cuando empezamos a comportarnos como viejos, es peor aún. En seguida, actuamos como si nuestra edad fuera una enfermedad terminal. Nos desgastamos a nosotros mismos hasta el punto que podemos estar respirando, pero no estamos viviendo.

Cuando somos incapaces de enfrentar la vida, somos incapaces de vivirla plenamente. En el proceso hay tentaciones para los mayores que son basicamente engañosas, sobre todo, porque suenan muy sensatas pero son cada vez más perjudiciales.

Así que no damos el paso siguiente para empezar algo nuevo. Dejamos de hacer. Nos estancamos en nuestros caminos aún teniendo años delante de nosotros. Y pasa el tiempo. Tomamos el regalo de la vida y lo devolvemos sin abrirlo.

Vivir bien tiene algo que ver con la espiritualidad de la incondicionalidad de ver la vida más como una gracia que como una penitencia, como un tiempo para ser vivido con la expectativa esperanzadora de su bondad, no con el miedo de sus desafíos. No se nos da la vida para sufrir. Se nos ha dado la vida para aprender a amar al Creador a través de la alegría y la belleza de la creación. Se nos ha dado la vida con el fin de hacer frente con gracia el sufrimiento natural de ser criaturas mortales.

 

18 en una serie

 

Las amistades intergeneracionales entre una generación anterior y una más joven es tan importante para el longevo como para el niño.

Los niños nos dan un salvavidas para el presente y el futuro que nos es negado si nos sentamos solos en una casa apartados.

Ellos no juegan más a las damas, pero nos pueden enseñar todo sobre los videojuegos. Puede ser que no canten canciones de cuna, pero se saben la letra de todas las canciones en la radio. Nos dicen qué significa el nuevo idioma.

Se mantienen en contacto con la calida inspiración del mundo. También nos mantienen alegres y respirando.

Los niños liberan al niño que hay en nosotros antes que se marchite completamente y se aleje. Nos conectan a los chiquillos de las nuevas generaciones en nuestra propia familia, aquellos que sólo vemos una vez al año o difícilmente les hablamos por teléfono.

Ellos nos recuerdan que aún somos parte de la raza humana. Estamos destinados a ser el centro de la sabiduría de la sociedad, símbolo de una mejor vida por venir, poseedores de un tipo de conocimiento del que ningún libro habla.

 

17 en una serie

 

En la segunda mitad de la vida… Erik Erikson llama a alguien en esta etapa una persona “generativa”, que está deseoso y capaz de generar vida desde su abundancia y en beneficio de las generaciones venideras. Gracias a que estas personas han construido una buena vasija, son capaces de “contener” más y más verdad, a más y más vecinos, una más y más amplia visión, más y más a un Dios misterioso y amoroso.

Una vez aumentan las sensaciones de infinito y amplitud ya no solo las encuentras “ahí fuera” sino más esencialmente “en aquí”. El interior y el exterior se han convertido en uno.

San Agustín en sus CONFESIONES:
“Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera; brillante y resplandeciente, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo.”

En la segunda mitad de la vida, no tenemos opiniones fuertes y definitivas acerca de todo, de cada suceso o de la mayoría de la gente, lo son tanto como le permitamos a las cosas y a la gente que nos deleite, nos entristezca y realmente nos influyan.

Ya no necesitamos cambiar o ajustar otras personas para ser felices nosotros mismos. Irónicamente, estamos más que nunca en condiciones de cambiar a la gente – pero nosotros no lo necesitamos – y eso hace toda la diferencia.

Pasamos de hacer para ser, a una totalmente nueva forma de hacer que fluye casi orgánicamente, callada y por ósmosis. Nuestras acciones son menos compulsivas. Hacemos lo que estamos llamados a hacer y después tratamos de liberarnos de las consecuencias. Por lo general, cuando jóvenes no podemos hacer eso bien.

Esta es la vida humana en su solemnidad, y todo lo demás ha sido la preparación y el preludio para la creación de semejante obra de arte humana. Ahora nosotros ayudamos e influimos en las personas simplemente por ser quienes somos.

 

16 en una serie

La vida sigue como la conocemos. No podemos hacer del presente un santuario del pasado. La vida sigue, no podemos detenerla. No es posible vivir en el pasado, no obstante la tentación de intentarlo. Si la vida es para los vivos y no la vivimos, nos condenamos a una muerte prematura.

Lo que es aún más patético, lo hacemos en nombre de las mismas relaciones y lugares y acontecimientos que años atrás nos llevaron a crecer. Esos mismos semilleros nos permiten confiar que ahora una nueva transformación saldrá de esa oscuridad dentro de nosotros. Hay una delgada línea entre la memoria y la nostalgia. No son la misma cosa.

 

15 en una serie

 

La perseverancia pasada, incluso frente a las dificultades, es lo que le permite a la persona de edad, quien parece estar tan alejada de la situación actual, insistir en que renunciar no es la respuesta a todo. La perseverancia puede que no lo solucione todo, al menos en nuestra vida, pero es más fiel a nuestro sentido de la vida el esperar por otro surco, por otra siembra, otra cosecha, en la mayoría de los casos. Esta es la fuerza espiritual de los ancianos de cada generación. Esta también es nuestra responsabilidad.

 

14 en una serie

 

El peso de la edad es asumir que el futuro ya ha terminado.

La bendición de esos años es darle a la vida otro completo significado.

Sí, la segunda mitad de la vida conlleva un cierto tipo de carga pero no de otra manera tendría sentido o le daría la profunda satisfacción que su alma ahora demanda y disfruta. Esta pasión nueva y profunda es lo que la gente entiende cuando dice: “Yo debo hacer esto en particular o mi vida no tendría sentido” o “esto no es una opción”. Su vida y su manera de darse son ahora una, mientras que antes, su vida y su trabajo parecían dos cosas distintas. Su preocupación no es tanto tener lo que le gusta, sino amar lo que tiene, ahora mismo.

En esta etapa, ya no tengo que demostrar que yo o mi grupo es el mejor, que mi origen étnico es superior, que mi religión es la única que Dios ama, o que mi papel y posición en la sociedad merece un tratamiento particular. No estoy preocupado con la acumulación de más bienes y servicios; simplemente, mi deseo y esfuerzo – diario – es para retribuir, para devolverle al mundo un poco de lo que he recibido. Y AHORA ME DOY CUENTA QUE YO he sido dado gratuitamente – desde el universo, la sociedad y de Dios. Trato ahora, como dijo Elizabeth Seton, “vivir sencillamente para que otros puedan simplemente vivir.”

Las amistades intergeneracionales entre una generación anterior y una más joven es tan importante para el longevo como para el niño.

Los niños nos dan un salvavidas para el presente y el futuro que nos es negado si nos sentamos solos en una casa apartados.

Ellos no juegan más a las damas, pero nos pueden enseñar todo sobre los videojuegos. Puede ser que no canten canciones de cuna, pero se saben la letra de todas las canciones en la radio. Nos dicen qué significa el nuevo idioma.

Se mantienen en contacto con la calida inspiración del mundo. También nos mantienen alegres y respirando.

Los niños liberan al niño que hay en nosotros antes que se marchite completamente y se aleje. Nos conectan a los chiquillos de las nuevas generaciones en nuestra propia familia, aquellos que sólo vemos una vez al año o difícilmente les hablamos por teléfono.

Ellos nos recuerdan que aún somos parte de la raza humana. Estamos destinados a ser el centro de la sabiduría de la sociedad, símbolo de una mejor vida por venir, poseedores de un tipo de conocimiento del que ningún libro habla.

 

13 en una serie

 

 

El don de la vejez, la edad que traemos al presente, nos revela el significado escondido. Todo en la vida adquiere sentido una vez que llegamos a verlo, experimentarlo, a buscarlo. Una vez llegamos realmente a la plenitud del presente. Entonces dejamos de tomar la vida por sentado.

La vida es ahora, sólo el ahora. Pero, ¿quién de nosotros se ha detenido alguna vez para darse cuenta? Hicimos lo que hicimos durante todos esos otros años, porque entonces esas eran las tareas de la vida. Pero la tarea de la vida ahora es, simplemente, la vida. Lo que no hemos vivido hasta hoy todavía nos está esperando. Detrás de cada momento el espíritu de la vida, el Dios de la vida, espera.

Extrañamos el sentido de importancia que viene con los afanes de la mediana edad. Por lo menos lo perdemos hasta que somos conscientes de la nueva importancia que viene con simplemente ser lo que somos, más que simplemente lo que fuimos. Extrañamos la estimulación social diaria que viene con ir a la oficina, a comprar, la tienda, el aula de clase, al hospital y ser parte del equipo, la gente, las fiestas de cumpleaños y barbacoas con los vecinos.

Echamos de menos el estímulo intelectual, el sentido de logro, de sentirse necesario, que venía con los problemas cotidianos.

El peso de los años nos llevará a escondernos en algún lugar y llorar nuestra edad, nuestro cambio de vida y nuestras pérdidas.

La bendición de esta edad es que vamos a estar nosotros mismos a disposición del mundo que está esperando por nosotros, incluso ahora, incluso aquí.

Los ancianos son verdaderos símbolos de lo que es la vida y lo que todavía está destinada a ser. Abandonar semejante responsabilidad resulta vergonzoso. “Salvar una vida”, dicen los rabinos, “es salvar a todo el mundo.” Salvar una vida, a medida que envejecemos, es vivir bien nuestra propia vida.

 

 

12 en una serie

Los tribunales son instituciones buenas y necesarias en la primera mitad de su vida. En la segunda mitad, por el contrario, usted trata de influir en los acontecimientos, trabaja por el cambio, en silencio persuade, cambia su propia actitud, ora o perdona, en lugar de llevar las cosas a la corte.

Ahora la vida es mucho más amplia, los límites del recipiente se han ensanchado mediante la suma constante de nuevas experiencias y relaciones.

En la segunda mitad de la vida, es bueno sólo ser parte de la danza en general. Nosotros no tenemos que destacarnos, que definir movimientos, o ser mejores que cualquier otra persona en la pista de baile. La vida es más participativa que luchada, y no hay necesidad de una poderosa o gran autodefinición. Dios se ha hecho cargo de eso, mucho mejor de lo que esperábamos. La edad es para el renacimiento del espíritu.

La edad tiene por objeto permitir que juguemos – con las ideas, con proyectos, con amigos, con la vida. Uno de los mejores regalos de envejecer es que el tiempo se vuelve más significativo. El tiempo ahora se convierte en un compañero en el camino. Somos siempre conscientes de esto que se cierne sobre nosotros como una niebla escalofriante, un calido sol, despertándonos al poder de lo inmediato.

 

11 en una serie
Referencia: Caída Hacia Arriba: Una Espiritualidad para las Dos Mitades de la Vida, de Richard Rohr

 

Lograr la encarnación terrenal y la divinidad es lo que yo llamo el misticismo encarnado. Como se ha dicho muchas veces, finalmente en toda la literatura y la poesía sólo hay dos temas – el amor y la muerte. Sólo lo que es escaso o incluso muere crece en valor y aprecio; es la versión espiritual de la oferta y la demanda. Si viviéramos para siempre, dicen que nunca tomaríamos la vida en serio o aprenderíamos a amar lo que és. Tener prolongadas y duras barreras y tensión internas, en momentos encarnados, seguramente críticos, nos permiten buscar y a menudo encontrar “la tercera parte reconciliadora” o el área común detrás de todo. “Lo más personal se convierte en lo más universal,” le gustaba decir a Chardin.

 

10 en una serie

Referencia: Caída Hacia Arriba: Una Espiritualidad para las Dos Mitades de la Vida, de Richard Rohr

Al final, nosotros no reclamamos lo que hemos perdido cuando descubrimos una nueva identidad en y a través del proceso. Hasta que seamos guiados por las limitaciones de nuestro plan actual de juego, y lo encontremos insuficiente, no buscaremos afuera o encontraremos la fuente real, el pozo profundo o el constante fluir del rio. Jesús llama esto el Fin Ultimo “Agua Viva” en el fondo del pozo, por la mujer que se mantiene llenando y llenando su propio cántaro (Juan 4:10-14)

Su verdadero Yo es el que objetivamente ustedes son desde el principio, en la mente y el corazón de Dios; “el rostro que tenía desde antes de nacer,” como los maestros Zen dicen. Es su ser sustancial, su absoluta identidad, la cual no puede ganarse o perderse debido a cualquier técnica, afilicación de grupo, moralidad o formula alguna. La entrega de nuestro falso Yo, al que habitualmente hemos asumido como nuestra identidad absoluta, aún es solamente una identidad relativa, es el sufrimiento necesario que requiere encontrar “la perla de gran precio” que esta siempre escondida dentro de este cascaron amado pero pasajero.

 

 

9 en una serie

Referencia: El Don de los Años: Saber Envejecer, de Joan Chittister

“La vejez, especialmente una vejez honrosa”, dijo Cicerón, “tiene autoridad tan grande, que es de más valor que todo el placer de la juventud.” Pero la vejez no es para no hacer nada o no habría ninguna. Claramente, la vejez tiene un papel que desempeñar en el desarrollo del mundo que nos rodea. No vivimos todos estos años más, simplemente por no morirnos. Vivimos con el fin de mejorar la vida – tanto para nosotros como para los demás.

La experiencia es lo que le da a una persona mayor al derecho de traer, no biográficamente, sino históricamente la situación a la mano. La memoria histórica de un grupo dice que entrar en la Segunda Guerra Mundial y la invasión a Vietnam no fueron las mismas cosas.

La longevidad es lo que le da a una persona de edad el derecho de animar a una generación más joven al derecho a la esperanza, saber que lo que les está sucediendo en el momento presente no es el fin, ya sea del mundo o de sus vidas.

Siempre hay una resurrección en cada una de nuestras vidas, si sólo creemos en ella y nos damos a nosotros mismos hasta su venida.

 

8 en una serie

Referencia: El Don de los Años: Saber Envejecer, de Joan Chittister

“En cuanto a la vejez”, dijo Séneca, “abrázala y ámala. Abunda con placer si sabe cómo usarla”. Esa es la parte importante. Saber qué hacer con este nuevo sentido del tiempo y del espacio, eso es lo que al final establece lo felices, lo satisfactorios que serán esos años. Y muy pocos de nosotros, criaturas de una sociedad ambiciosa y dominada por el trabajo, realmente lo sabemos.

Nos encontramos en el mejor momento que hayamos tenido para elegir, por lo menos desde que salimos de casa por nuestra cuenta, ya que habíamos identificado lo que quereíamos hacer en la vida, desde que decidimos sentar cabeza. Ahora tenemos que decidir cómo vivir sin que nos digan cómo se hace.

El tablero está limpio. Los días son nuestros. La tarea ahora es aprender a vivir de nuevo. Podemos decidir vivir con alegría. O nos podemos permitir vivir mirando hacia atrás con amargura. Puede tomarnos un tiempo antes de empezar a darnos cuenta que la jubilación realmente nos sumerge en la alegría. Pero si decidimos vivir esto nuevo, un tiempo no planeado, con alegría, entonces la vida vendrá derramando sobre nosotros, casi más plenamente de lo que algunas veces podamos merecer.

Hay lecciones que debemos aprender de la vida antes de esta etapa que nos servirán aún si sólo lidiaramos con ellas. Tenemos todo el derecho de vivir en gratitud por todas las etapas de la vida que nos han traído aquí, por los recuerdos que nos dan una gran alegría, las personas que nos ayudaron a llegar hasta aquí, los logros tallados en nuestros corazones por el camino. Estas experiencias exigen celebrarse. No hay más pasado de lo que somos. Ellas viven en nosotros para siempre.

 

7 en una serie

Referencia: La caída hacia arriba: Una espiritualidad para las dos Mitades de la Vida, Richard Rohr

Así que tenemos que tropezar y caer. Tenemos que estar realmente fuera del asiento del conductor por un tiempo, o nunca vamos a aprender a dar el control a la Real Dirección.

El tipo de caída es lo que yo quiero decir por sufrimiento necesario. Esto esta bien representado por la caída de Pablo en el camino a Damasco, cuando el escuchó la voz “¿por qué me persigues? Te es duro dar coces contra el aguijón.”

El aguijón o la picana es el símbolo de ambos el ánimo hacia adelante y de nuestra resistencia a ello, lo que sólo nos hiere más.

Parece que en el mundo espiritual, no encontramos algo realmente hasta que primero lo perdemos. En tres de las parábolas de Jesús se está a punto de perder algo, buscando algo nuevo con un poco de esfuerzo, para encontrarlo, y lanzar una gran celebración. Una oveja, una moneda, un hijo están todos perdidos y son encontrados en Lucas 15, seguido por el tipo de celebración interior que viene con toda nueva “realización;” dejar atrás el pasado y abrazar una nueva segunda mitad de la vida.

 

6 en una serie

Referencia: El Don de los Años: Saber Envejecer, de Joan Chittister

Una bendición de estos años es la habilidad de ver que la vida no tiene que ser perefecta; sólo necesitas perdonar – y ser perdonado.

El peso de estos años es el peligro de considerarnos nosotros mismos inútiles porque ya no cumplimos los roles y la perspectiva de la juventud.

Una bendición de estos años es la libertad para alcanzar a otros, de hacer todo lo que podamos con todo lo que en la vida hemos tratado para desarrollar durante todos esos años en el alma y en la mente por el bien del resto de la raza humana.

En la segunda mitad de la vida, no tenemos opiniones fuertes y definitivas acerca de todo, de cada suceso, o de la mayoría de las personas, más alla de lo que le permitimos a las cosas y a la gente que nos alegren, nos entristezcan y realmente nos influyan. Ya no necesitamos cambiar o ajustar otras personas para ser felices nosotros mismos.

Irónicamente, estamos más que nunca en condiciones de cambiar a la gente – pero nosotros no lo necesitamos – y eso hace toda la diferencia. Pasamos de hacer para ser a una forma completamente nueva de hacer que fluye casi orgánicamente, callada y por ósmosis. Nuestras acciones son menos compulsivas. Hacemos lo que estamos llamados a hacer y, luego, tratar de dejar de lado las consecuencias. Por lo general, cuando somos jóvenes no podemos hacer eso muy bien.

Todo el resto de la vida ha sido por llegar bien a esta etapa. Todo lo demás ha sido práctica para este momento, simplemente gestos de lo que es vivir plenamente. Es solamente en el presente que nosotros aprendemos a vivir, y es el presente lo que es el centro de la vejez. Nosotros vivimos ahora aquí, solo aquí.

 

 

5 en una serie

Referencia: El Don de los Años: Saber Envejecer, de Joan Chittister

Todos los viejos chistes sobre gente vieja van desapareciendo rápidamente. La discriminación por la edad es una mentira. Sin embargo, la única manera de contrarrestarlo es negándonos a permitir que contamine nuestras vidas.

La edad no es una cosa para compadecerse, para pedir perdón, temer, resistir, para ver como un signo de fatalidad.

Sólo los mayores pueden hacer de la edad un lugar radiante y vibrante para ser. Y así lo debemos hacer. Si no lo hacemos, estamos desperdiciando un 25% o 30% de nuestra vida. Y desperdiciarla es una pena.

Un peso de la edad es el peligro de interiorizar estereotipos negativos del proceso de envejecer. Nosotros podríamos convertirnos en eso que tememos ser y renunciar a nuestro nuevo llamado en la vida.

Una bendición de estos años es que somos nosotros aquellos cuya responsabilidad es demostrar que los esteretipos son falsos, para darle a la edad su propia plenitud.

 

4 en una serie

Referencia: Caída Hacia Arriba: Una Espiritualidad para las Dos Mitades de la Vida, Richard Rohr

Dios parece estar “transformando” nuestros amores (en griego, meta-noia) y conduciéndolos hacia el Gran Amor que es su verdadero objetivo. Todos los amores menores son ruedas de entrenamiento. Muchas de las historias de sanación en el Nuevo Testamento son las más claras imágenes de este mensaje y esquema. “Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor.” (Lucas 7:47). Parece que sus falsos intentos de amar se convirtieron en la escuela y los escalones de piedra para “tan grande amor.”

Es justamente la realidad más significativa y vergonzosa, la que por alguna razón exige el mayor perdón, de casi todo. La fe es simplemente confiar en la verdad y confiar que Dios se encuentra dentro de ella – incluso antes de que cambiemos. Esta es tal vez nuestra mayor piedra de tropiezo, el precio que debemos pagar para proteger el corazón humano de cerrarse y mantener el alma abierta para algo más.

3 en la serie

Referencia: El Don de los Años: Saber Envejecer, de Joan Chittister

La vejez no es un viaje gratis a la irresponsabilidad. Ahora debemos tomar nuestro lugar entre los sabios del mundo, comparar, evaluar, persuadir y transmitir la experiencia como lo hicieron los ancianos de todas las generaciones anteriores a la nuestra.

Ahora, también tenemos la responsabilidad de guiar a las nuevas generaciones en los valores e ideales que construyeron una sociedad basada en la igualdad, el respeto por los demás y el pluralismo. Por otra parte tenemos la responsabilidad espiritual de ver la vida como una fuerza moral en lugar de simplemente como una empresa privada.

La bendición de un compromiso para lograrlo es que, a medida que seguimos trayendo nuestras enormes destrezas, experiencia y visión para influir en las necesidades actuales de la humanidad, sin duda seremos más sabios, definitivamente más fuertes espiritualmente y, más que nunca, una bendición para el resto de la sociedad.

Una carga de estos años es asumir que cuando el gran cambio de ser definidos y limitados por el pasado – no importa lo bueno que haya sido- se acabó, entonces la vida se acabó.

Una carga de estos años es esconderemos en algún lugar y llorar por nuestra edad, nuestro cambio de vida y nuestras pérdidas.

Una bendición de estos años es que nosotros mismos vamos a hacernos disponibles para un mundo que está esperando por nosotros, incluso ahora, incluso aquí.

Una bendición de estos años es darnos cuenta, a tiempo, que esta etapa de la vida está llena de posibilidades, llena del deseo de seguir viviendo, para apropiarnos de esa independencia, para crear nuevas actividades y nuevas relaciones con gente interesante.

La verdad es que no hay circunstancias en la vida más importantes que la de ser capaces de hacer frente a los cambios que vienen con la edad. Estas son las habilidades de manejar las circunstancias que nos llevarán hasta el final. La felicidad de los últimos años de nuestra vida depende de ello.

Una carga de estos años es que debemos decidir conscientemente cómo viviremos, en qué tipo de persona nos convertiremos ahora, ¿qué tipo de personalidad y de espiritualidad vamos a traer a todos los grupos, qué tan vivos pretendemos estar.

Una bendición para estos años es ser capaces de vivir con el corazón abierto y adaptarnos tan bien, que los demás nos miren y puedan ver lo que ser viejo puede aportar en términos de vida, de santidad, de bondad para hacer otra vez un nuevo mundo.

“El joven conoce las reglas”, escribió Oliver Wendell Holmes. “El viejo conoce las excepciones.” Hay una moderación del corazón que viene con la edad, no tanto por la virtud como por la experiencia. A los 70 años, no sólo sabemos que nadie es perfecto, sabemos que nadie puede serlo. No significa que la vida no sea más que una serie de excepciones a tener en cuenta, para ser mediadas, para ser entendidas. Nuestros estándares son sólo eso – normas. Ellos no son absolutos y los que tratan de concebirlo de esa manera se estrellan con su propia rigidez.

Una carga de estos años es correr el riesgo de dejarnos ahogar por las luchas del pasado.

Una bendición de esta edad es la capacidad de ver que la vida no tiene que ser perfecta para ser perfecto; sólo tenemos que ser perdonados – y perdonar.

 

2 en la serie

Referencia: El Don de los Años: Saber Envejecer, de Joan Chittister

Tener 65 años en una época como la nuestra es para sentirse mal, incluso cuando nos sentimos bien. Somos, después de todo, ya “viejos”. Excepto que no nos sentimos “viejos” y no pensamos “viejo”. Somos demasiado viejos para conseguir un trabajo, nos dicen ellos – pero ellos quieren que seamos voluntarios todo el tiempo.

Los estereotipos negativos exageran las características aisladas e ignoran del todo las características positivas. Así que las personas mayores son representadas como lentas, pero no como sabias o pacientes, los ven como enfermos, pero no muy a cargo de sus propias vidas. Es un momento patético en la historia de la condición humana cuando el mundo externo a nosotros dice quiénes y qué somos – y nosotros mismos empezamos a creerlo.

El punto es que somos los únicos representantes del envejecimiento que las personas más jóvenes tendrán la oportunidad de conocer. Lo que les mostremos a medida que avancemos les dará un modelo por el cual ellos podrán también luchar. Nosotros les mostramos el camino a la plenitud de la vida. La perseverancia pasada, incluso frente a las dificultades, es lo que le permite a la persona mayor, que parece estar tan alejada de la situación actual, insistir en que renunciar no es la respuesta a todo. La perseverancia puede que no lo solucione todo, al menos en nuestra vida, pero es más fiel a nuestro sentido de la vida de esperar por otro surco, por otra siembra, otra cosecha, en la mayoría de los casos. Esta es la fuerza espiritual de los ancianos de cada generación. Esta tambien es nuestra responsabilidad.

Una carga de estos años es la tentación de considerarnos obsoletos y desperdiciar este precioso tiempo sólo con nosotros mismos. Es la tentación del narcisismo final. Una bendición para estos años es nuestra participación en los asuntos importantes del presente, justamente para que el tiempo futuro sea más bendecido que el nuestro – debido tanto a la información que guardamos en nosotros mismos y la que transferimos a los demás antes de irnos.

El problema es que la preparación para el envejecimiento en nuestro mundo moderno parece concentrarse casi exclusivamente en la compra de cremas antiarrugas y unirse a un club de la salud – cuando la verdad es que lo que debe ser transformado ahora no es tanto la manera en que miramos otras personas, sino la manera en que vemos la vida. La edad es el momento en que llegamos a un acuerdo con nosotros mismos. Empezamos a mirar dentro de nosotros mismos. Empezamos a encontrar más fuerza en el espíritu que en la carne.

La vida cambia; el cambio es la esencia de la vida. Es el carácter espiritual de la vida para hacer exigencias, para traer nuevos retos, lo que nos impulsa a vivirla. Que la vida cambie no es la cuestión. El cambio es evidente. Vendrá, nos guste o no. Ya sea que lo admitamos o no, lo queramos o no. Que es simplemente obvio, también. El problema real es mucho más sutil que eso. No es el cambio el que nos destruirá. Es la actitud que tomemos frente a esto lo que hará toda la diferencia. El estado de ánimo que traemos le da sentido al final de una fase de la vida, por supuesto. Pero más que eso, también determina la profundidad espiritual con la que empezamos esta nueva etapa.

Este período es una nueva etapa del desarrollo espiritual que está destinado a ser más que el desarrollo de uno mismo. Se trata de algo para nuestro propio bien y el bien de toda la comunidad humana. Una carga en estos años es la sensación de certeza del final que viene del saber que este tiempo, por mucho que aún quede, es el momento final.

Entonces el peso de lo que queda por terminar en nosotros pasa la factura.

Una bendición de estos años es que podemos, si queremos, hacer algo glorioso, una especie de estrella fugaz en el cielo de la raza humana.
Primero en la serie

Referencia: Caída Hacia Arriba: Una Espiritualidad para las Dos Mitades de la Vida, Richard Rohr

La vida, como la tradición bíblica deja claro, es la pérdida y la renovación, la muerte y la resurrección, el caos y la curación al mismo tiempo; la vida parece ser un choque de opuestos. Jesús no parece enseñar que la misma talla se ajuste a todos, sino en cambio que Dios ajusta los sucesos y circunstancias al momento. Esta capacidad de ajustar el desorden humano y los fracasos se llama la providencia o la compasión de Dios. Cada vez que Dios nos perdona,

Dios está diciendo que las propias reglas de Dios no importan tanto como la relación que Dios quiere crear con nosotros.